viernes, 25 de diciembre de 2009

Viriato El Caudillo de Hispania

“Viriato: encarnación del héroe hispano.”

El ejemplo de Viriato nos demuestra que los pueblos se forjan a través de los hombres que son sus mejores hijos. En el bravo lusitano encontramos al héroe que lo fue a su pesar, luchando en incontables ocasiones hasta rendir la vida en una traición. Viriato, guerrero del siglo II antes de Cristo, fue, como sus conciudadanos, un pastor cuyo lugar de nacimiento se atribuye en el Monte Herminius ( nombre que los romanos daban a lo que hoy es la Sierra de Estrella, en el centro de Portugal), tierra del Occidente de los lusitanos, pueblo muy pobre y rudo que llegó a habitar aproximadamente una franja de terreno entre los ríos Tajo y Duero, hasta el Atlántico, comprendiendo también la actual Extremadura española y tal vez algunas otras tierras adyacentes.



Diodoro Sículo nos presenta al personaje como fuerte, sobrio, resistente al frío y al calor y sin necesitar dormir mucho. Su boda con la hija del rico Astolpas, que hacía ostentación de sus riquezas contrastaba con el porte del rudo Viriato, sosteniendo en todo momento su lanza, hasta subir a la esposa a lomos de su caballo para conducirla a su hogar en las montañas. Sin embargo, la irrupción en la Historia del indomable caudillo se produce tan sólo tras el recrudecimiento de las guerras celtibéricas contra el invasor romano.



En el año 150 antes de Cristo, la traición de Lúculo ( que pasó a cuchillo a los habitantes de Cauca, hoy Coca, en Segovia) y Sergio Galba, llegaron a escandalizar a la misma Roma. Galba, so pretexto de repartir tierras entre los lusitanos, junta a unos treinta mil de estos desarmados, en tres campamentos, a los que cerca. Nueve mil son pasados a cuchillo y unos veinte mil se venden como esclavos en pública almoneda. Viriato, allí presente, logra escapar de un destino tan atroz para dejar su sello en una memorable epopeya.



En el año 147, llegadas negociaciones de los celtíberos con Cayo Vetilio, fue Viriato quien recordó la traición de Galba y otras muchas habidas desde el arribo de los romanos, convirtiéndose, desde ese momento, en caudillo de los hispanos. Más tarde, trabado combate con el propio pretor Cayo Vetilio, escapó con un millar de seguidores hacia Tríbola ( cercana a la actual Ronda), donde en una emboscada hizo caer y morir a su enemigo, con cuatro mil de sus soldados. Tras esto, derrotó más al Norte, en la meseta a Cayo Plaucio, que estaba reforzado por celtíberos en el Monte de Venus ( probablemente la Sierra de San Vicente, en los Montes Carpetanos) y a Claudio Unimano, y a continuación a Cayo Nigido, ocupando Segóbriga ( hoy ruinas frente a Saelices, provincia de Cuenca), ciudad leal a los romanos. Ante tales desastres, Roma se rearmó frente a la contumacia lusitana, con un poderoso ejército, al mando de Quinto Fabio Máximo Emiliano, de la familia de los Escipiones, que después de dedicar un año entero a preparar la campaña puso en fuga a Viriato, que volvió, en el 144 a sus montañas. Todo ello no fue aprovechado por los romanos, que tuvieron que dedicar sus esfuerzos a Numancia, animada por los éxitos lusitanos. Menos agobiado ya por los romanos, derrotó al pretor de la Hispania Citerior, Quincio, y avanzó por la Bética antes de tener que volver a replegarse a Lusitania, donde derrotó en varias ocasiones a Serviliano, inflingiendo a este enormes y vergonzosas pérdidas (140). Es por ello, que Serviliano, hermano adoptivo de Fabio Máximo, firmó un tratado en el que se reconocía a Viriato como amigo de Roma y rey, aunque el Senado no reconoció el pacto, y Quinto Servilio Cepión, hermano de Serviliano, fue artífice de la traición y muerte del guerrero, en el año139, y tras nueve años de cruenta guerra.



Así, Audas, Ditalcón y Minuros, capitanes de Viriato, seducidos por la promesa de grandes riquezas, mataron a su caudillo mientras este dormía, en su tienda. Si bien no hay real constancia histórica de la anécdota, es lugar común que, llegados a la ciudad de Rómulo y Remo, el Senado pronunció la célebre sentencia: “Roma no paga a traidores”, que hizo marchar cabizbajos a los asesinos.



Ya en la antigüedad, Diodoro Sículo le prestó atención a Viriato. Fue además comparado con Tucídides, Rómulo o Aníbal. En la Crónica de Alfonso X, el sabio, también se le menciona, caracterizándole como héroe hispánico por antonomasia. En España, Ambrosio de Morales y el Padre Mariana han glosado su figura. Como también Fernández Duro o Aguado Bleye, más recientemente. En las artes, destaca el enorme lienzo neoclásico de José Madrazo, que se halla en el Casón del Buen Retiro, perteneciente al Museo del Prado. Existen también obras pictóricas de E. Oliva y Carlos Alberto Santos, y sendas estatuas en Zamora ( Eduardo Barrón) y en Viseo.

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